viernes, 17 de septiembre de 2010

La chica morena. La del flequillo.

Pensó que algunos cambios no le vendrían mal. Y aunque creyó que estaba en lo correcto, jamás dejó de preguntarse hasta que punto podría hacerlo mal. No fue el caso, ya que cualquier resultado, por curioso que resultase, era en cierto modo, más positivo que lo que pudiera esperar.
No era el único, puesto que tan solo era un comienzo, dentro de la sucesión en la que estaba embarcándose. Insistió en que sería lo mejor. Pero todavía era demasiado pronto para evaluar resultados.
Por el momento, la buena suerte no afloraba demasiado en ella. Lo que para el resto del mundo eran meras tonterías... para ella era todo un mundo. Y en ese trocito de mundo, las sonrisas no terminaban de asomar.
Cuando menos te lo esperes... le decían. Pero ella llevaba toda una vida esperando. Estaba acostumbrada a esperar. Y por eso, posiblemente, y sobre todo por eso... él ocupaba el lugar más especial en su vida. Quizá era aquella pieza que jamás la dañaría, que únicamente le aportaría sonrisas hasta el final. Él era esa parte imperfecta del rompecabezas que todavía no acaba de ser construido, pero que sirve de sutura para las heridas y de brindis para las alegrías. Él, una vez más, protagonista de todo. Y a la vez, de nada. De la más incómoda de las desilusiones y a la vez, de la más grande de las esperanzas. Únicamente él.

quien nunca le haría daño.

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