viernes, 26 de junio de 2009

IRA

La rabia va apoderándose, conforme pasan los minutos, de cada una de las venas y arterias que conducen a mi corazón. Palpita mucho más fuerte de lo que tendría que hacerlo. De pronto, me he convertido en un monstruo.
Yo, desde mi cuarto, sostengo el lapicero con la mano. Mientras, mi madre, decidida a no seguir escuchandome, sale por la puerta. Mi padre sale tras ella y la puerta comienza a cerrarse. Yo no lo aguanto, no lo soporto, la ira se apodera de mí. Agarro el lapicero con todas mis fuerzas y me despido de él. Toda la ira que he acumulado me invita a lanzarlo. Y lo hago. Lo hago consiguiendo colarlo por el último hueco antes de que la puerta se cierre.
Y se hace el silencio.
Tras unos instantes odiando al mundo entero, sin ningún tipo de excepción, continúo con la puerta. No sé quién se lleva el peor golpe. Si ella, o mi pie.
Y finalmente decido ir a recoger mi lapicero, ya en el patio de luces, descansando sin punta sobre el suelo.
Vuelvo a entrar y demuestro una vez más mi estado. Portazo.
Ahora, estudia.
¡SEGURAMENTE!
Solo has conseguido que si iba a estudiar casi una hora más... que no lo haga.
Que el rato que me has dejado en casa, no lo aproveche absolutamente en nada.
Que continúe muy enfadada.
Y que me odie por ser así.


ASÍ:

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