Esto me pasa

Por pensar, pienso demasiado, como siempre. Algún día creo que terminaré volviéndome loca de tanto hacer girar todo en mi cabeza una y otra vez, como si no pudiera seguir adelante sin una solución a todo lo que me preocupa.

Son semanas complicadas. Ya se van sumando unas cuantas. Algunos lo llaman depresión post-graduación. No sé lo que es, lo único que sé, es que la desmotivación y las pocas ganas de todo, se me comen. No sé si la culpa es toda mía, y es que soy yo quien debe ponerlo todo de su parte para salir adelante de una vez. Supongo que si. Y no entiendo, ni consigo comprender por qué me cuesta tanto, porqué no consigo dar un sentido a todo esto, llenarme de valor y hacer algo que realmente me pida el cuerpo. Quizás el problema sea que no lo encuentro. Pero jamás he sido así, odio estar así, no me soporto. Soy yo quien siempre predica con el estado de ánimo opuesto al que estoy demostrando... y no me reconozco.

Terminé la carrera de mis sueños. Mientras la cursaba era feliz. Era muy feliz siendo estudiante, yendo y viniendo todos los días, madrugando y acostándome tarde por mil trabajos que después quedaban perfectos. Era feliz hasta haciendo exámenes, porque por duro que fuera el estudio, siempre terminaba recordando los ratos de biblioteca como divertidas anécdotas. Me atrevo a decir que hasta lo echo de menos. Estudiar tenía sus cosas buenas... siempre después había una recompensa. Y cuanto mejor hubiera ido, mayor era. Te desvives pensando qué pasará cuando acabes, soñando con un futuro que ahora y en él, parece inexistente e inalcanzable. Quieres correr antes que andar, hacerlo todo de golpe. Lo que ocurre es que si te pasa como a mí, lo único que terminas haciendo... es nada. Todos los planes que llevabas años trazando minuciosamente, se quedan en el tintero, porque te falta coraje para darles acción. Y te sumes en la rutina más insoportable e inútil en la que hubieras estado nunca. Lo que te gustaba e ilusionaba, era prepararte para desempeñar una profesión que te encanta. Y una vez que terminas de formarte, no sabes como seguir. No sabes como seguir soñando, como seguir retándote. Y te encuentras, más o menos... como yo ahora. Con mil planes, pero cero de entusiasmo para dedicarles. Perfeccionar el inglés, mejorar con programas de diseño, sacarte el carnet de conducir, el título de monitor de tiempo libre, o de manipulador de alimentos... será por cosas. Será por ideas. Lo que necesito es ilusión por ellas. Vivir desempeñándolas con una sonrisa en la cara. Porque por más que lo intento... no me sale. Los días pasan, y yo lo único que percibo de todo esto, es que se me gastan. El tiempo, y las ganas. Pero sé, aún así, que el problema es mío. Debo saltar, arriesgar y actuar de una puta vez.

No ayuda, nada, en absoluto, que la gente siga haciendo conmigo lo que quiere. Conmigo, o consigo mismos. Pero que me repercute, duele y hunde. Me resulta completamente incomprensible que una persona con la que mantienes una relación fuerte, intensa, con quien compartes mil sentimientos y experiencias desde hace mucho tiempo, llegue de la noche a la mañana para irse. Y desaparezca, sin reparos, sin explicaciones, sin porqués. Solo porque si. Sin hablar, sin contar, sin más, pareciendo darle igual absolutamente todo lo vivido, lo prometido. Ese vínculo se rompe... y duele. Duele muchísimo. A mí me duele. Más, mucho más, cuando no es solo en una ocasión. Ni cuando se trata de no solo una persona. No puedo entender, no lo consigo. Dudo que lo merezca. Y si es así... necesito al menos, un por qué. Quizás algunas personas no sepan permanecer para siempre en un lugar, con otra gente, con una seguridad. Yo no pido nada de eso, solo pedía confianza, complicidad... dar sentido a la palabra amistad.