Ochocientasmilquinientasveintisiete

Tengo ganas de sábado por la tarde. De comida de papá, hasta reventar. Ganas de café helado mientras ponen la película de la tres. De tener calor hasta no poder soportarlo. Ganas del sol entrando por la persiana de mi habitación, aunque esté hasta abajo. De los rayos que atraviesan el pasillo y confirman que es verano. Ganas de planes de fin de semana, de irnos de compras los cuatro. Y de que probablemente no caiga casi nada. Ganas de cenas en la terraza, de noches largas que empiezan de día y nunca sabes cuando van a terminar. De tacones y faldas cortas, de ellas, de nuestras carcajadas sin sentido y confesiones que contienen todo el del mundo. De domingos de piscina, de comidas interminables, de casa de los abuelos. Ganas de helados o cañas con tíos y primos, de paseos por la calle Alfonso, de bocadillos y papas bravas. De que termine el día y no haya que madrugar. Ganas de desayunar durante horas, de ver la tele hasta que la cabeza se ponga cuadrada, de hermanas tiradas en el sofá, de vaguear. De tardes con McFlurrys, de patearse Independencia, de refugiarse en GranCasa, o un cine ¿porqué no?. Ganas de cervezas,  o mojitos. De música, de noches de conciertos que empiezan en cien montaditos y terminan en quién-sabe-que bar. De kebabs de madrugada, de planes y soluciones para el mundo. Ganas de abrazos porque sí, de sonrisas robadas y ataques de risa. Ganas de mi casa, de vosotros, de los míos. De ti.