martes, 28 de diciembre de 2010

Me cambiaste por alguien mejor y sentí que se iba al traste mi proyecto de color...

me arruinaste la semana, me quedé sin ilusión.

...

me dejaste con la palabra en los labios
y la palabra era
no.






Me imagino que todo esto se pasa. Me lo imagino, y más o menos, ya lo sé. Podría hacer tranquilamente una tesis a cerca de lo que conlleva. La soledad, la llamaría. Aunque claro, tendría tantas ramificaciones como sentimientos pueden llegar a acumularse en mis mejillas en una noche como esta.
Odio acostumbrarme a algo. Y estoy más que acostumbrada a esto. Sé perfectamente como me siento, como me seguiré sintiendo en un rato. Cómo serán mañana, pasado... e incluso dentro de un mes.
Los desengaños se hicieron para mí. Sé saborearlos mejor que nadie, seguro.
Sé recibirlos y tratarlos. Sé empezar, insistir y parar, hacerme daño y curarme. También sé soportar y soportar... hasta que se pasa la tormenta.
Veinte años me han enseñado que el dolor se hace llevadero siempre y cuando quieras que sea así. Me han enseñado a no hundirme en la más profunda de las miserias cada vez que algo me ha salido mal. Simplemente he mantenido mi rango de "luto" y he vuelto a sonreír otra vez. Porque la vida no está hecha para llorar penas. Que es demasiado corta como para perder el tiempo en lamentar las cosas malas.

Lo que pasa es que cada vez me pesa más ver como por muy feliz que consiga hacerme día a día, siempre hay algo que no está en mis manos, que se escapa. Que no he podido atrapar jamás y que cada día se queda más y más lejos. Tiene que ser muy bonito que alguien te quiera de verdad. Que cuando alguien te mire sienta que no puede querer más, porque si no, los sentimientos se romperían. Que cuando pronuncie u oiga tu nombre, sienta que nada tiene sentido si no existiera, y una sonrisa se dibuje en su cara a la par. Claro que tiene que serlo. Tiene que ser lo más maravilloso del mundo sentirte así de querida, admirada. Seguro, que se trata de una de las cosas más gratificantes que existe. Pero por lo que sea que es, yo no lo he vivido nunca. En veinte años, todavía no me ha tocado. Ni siquiera un poquito. Porque la única vez que lo tuve cerca, había tantas dudas ejerciendo presión en mi pecho, que nada pudo ser como debe.
No sé si es que no me lo merezco, si es que hay algo que no tengo, o que no sé proyectar lo que de verdad soy. Si es que lo tengo todo delante y no sé verlo, o qué es lo que pasa.

Pero creedme, que es espantoso, comprobar como tu último objetivo, tu ilusión más reciente... se ve apagada de un soplido en tus narices, otra vez más. Como siempre. Eliminando con él, todas las posibilidades, por remotas que fueran, que acumulabas en cada uno de los recovecos de tus sonrisas.
Todo se acaba sin haber empezado. De nuevo. Y ya no hay almacén de ilusión que valga, ni posibles tácticas que llevar a cabo todavía. Ni un leve porcentaje de éxito en el marcador de lo que "todavía puede ser posible".
Lo dicho: Todo se acaba sin haber empezado. Todo se diluye de nuevo.
Y seguimos con el tópico... "es, porque no era para tí".
Ya, claro.

1 comentario:

  1. No sabes lo identificada que me siento con lo que escribes... Yo también estoy harta de ese tópico, pero no pierdo la esperanza. Porque sé que está ahí, en camino. Que cuando menos me lo espere llegará, y sabré que es él. Sin ninguna duda lo sabré.
    Ojalá existiera alguna manera de avanzar en el tiempo hasta el momento en el que lo haya encontrado y poder volver al presente con la tranquilidad de que realmente existe. Pero desgraciadamente sólo nos queda esperar, esperar sin desesperar.

    Me encanta leerte, Ángela. Ya lo sabes :)

    (L)

    ResponderEliminar