martes, 10 de abril de 2012

Nunca se vio Zaragoza más bella en Viernes Santo...

365 días esperando a que este viernes llegue, para que de una vez pueda ser el viernes que merece. Esta vez sin lluvia, con sol, con las calles de Zaragoza para vosotros. Esperas y deseas que todo salga así, a pesar de que las previsiones no estén de tu parte. Pero el día llega y a través de las ventanas de tu salón ha salido el sol. Hay alguna nube, pero no es peligrosa. Sonríes y vuelves a sonreír. Piensas en quien estará mirando también por su ventana, esperando lo mismo que tú. Piensas en los cientos de capirotes verdes que teñirán en unas horas la Plaza de San Cayetano, y los cientos de personas que estarán allí, para verlo. Lo preparas todo y te acercas al lugar. Infinitos guiños de complicidad, sonrisas de satisfacción y promesas por que la lluvia esta vez no lo estropeará. Que ya nos toca. Que es nuestro momento. Y los minutos que diseñan la cuenta atrás, comienzan a correr, dejando paso al inicio de la procesión más bonita. Y el bombazo da el pistoletazo de salida. Y todas las miradas expectantes observan cada paso que nuestras imágenes dan, escuchan en silencio cada redoble y sonido de corneta. Todo está a punto, todo indica que pocos segundos pasan de las doce del mediodía. 
Pero de pronto algo golpea un tambor. Y dos. Y ese algo se multiplica y el número de instrumentos que golpea también. No es únicamente agua, es dolor. Es granizo sacudiendo la ilusión de todos los cofrades. El agua corre, sobre todo bajo los capirotes. La esperanza decae y el objetivo se deforma. Pero no desaparecen. Todavía no. El kaos parece que va a apoderarse de todo... pero no. Y los ánimos tardan poco tiempo en alzarse de nuevo. Porque sí. Porque somos las Siete Palabras. Y porque solo tenemos que saber esperar un poquito más. Y reiniciar. Reiniciar con la única diferencia de que esta vez, estamos algo más húmedos, pero nada más. Y ante la perpleja mirada y la duda de los que se han quedado, la respuesta es . Que salimos. Nada se suspende. Y así, el blanco y verde se tragan el agua y sacan a relucir con más ganas todavía su ilusión. Y los tambores y bombos suenan más fuerte que nunca. Las Siete Palabras son predicadas en Zaragoza, porque esa es la misión de sus cofrades. Nunca se vio Zaragoza más bella en Viernes Santo que cuando las Siete Palabras la visten de verde y blanco, escuché una vez. Pero es que es verdad. Es bonito, es mágico. Quizás mucho más si se vive desde dentro, pero innegablemente, lo es.
Han pasado catorce años, pero no hay Semana Santa que pase, que no haga que me sienta más orgullosa de ser verde. Y de que la gente que forma parte de este verde, sean mis amigos. De que estemos juntos en esto y de poder contar con ellos para tanto. Esta ha sido una Semana Santa perfecta. Con sus más, sus menos, sus sustos y sus grandes momentos. Pasada por agua, sí, pero con tantas sonrisas y carcajadas, anécdotas y demostraciones... que afirmo sin dudar que la lectura positiva supera con creces a la negativa. El granizo lo fortaleció todo. No hizo absolutamente nada más :)



GRACIAS

2 comentarios:

  1. Enhorabuena por tus palabras, que tomo como mías!!!

    Una maravilla como recoges lo que todos sentimos a esa misma hora, en ese mismo lugar, con esos dos mismos colores, verde y blanco, que nos tiñen de dentro a fuera.

    Un saludo

    G r

    ResponderEliminar
  2. ZARAGOZA:D un beeeeso:) andrea-delreal.blogspot.com
    ME ENCANTA TU BLOG

    ResponderEliminar