En fin. Que se pase ya esta semana, ¡que necesito ese viaje como el respirar!
En todo esto es necesario un cambio. Cambio, que por unas cosas u otras nunca llega. Pero estoy dispuesta a no dejar de intentarlo, a seguir insistiendo en darles la vuelta a un montón de cosas que aunque lo parezca, no están en su lugar.
París será el trampolín. El salto definitivo para ser lo que quiero ser y como quiero ser. De verdad. Para dejar atrás algún que otro fantasma. Para empezar. No de cero, si no una nueva etapa. Empezar mi 2011, porque aun no lo he hecho.

Esto se ha convertido ya en una espantosa monotonía, que no estoy dispuesta a prolongar. Quizás para muchas, muchísimas personas, la vida consista en eso, en asentarse en unas reglas y no salir de ellas. Pero yo me niego a caer en ello. El jueves acabaré la última presentación y aunque quede trabajar un poquito más con creatividad, ello no me supone un esfuerzo, si no un placer. Y cuando acabe esto, me marcharé a París, con más ilusión que nunca. Con unas ganas inmensas de disfrutarlo y de ser feliz. Y de recargar estas pilas que llevan días bajo mínimos.
No es mi mejor momento, pero yo nunca me rindo.
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