miércoles, 4 de abril de 2012

Semana Santa se describe con Siete palabas

Hay cosas de las que solo se puede hablar cuando las has vivido, o sentido. Hay cosas que por mucho que se intente y se esfuerce uno, no logran comprenderse si no has formado parte. Y esta es una de ellas. Porque la Semana Santa es mucho más que un sentimiento de devoción a una Imagen, a una Virgen, a un Cristo, o a una cofradía... es mucho más que salir a procesionar una vez al año en las calles de tu ciudad, mucho más que eso.
Es mucho más que todo lo que nadie que no está dentro, pueda imaginarse. Porque todo eso está muy bien. Muy muy bien. Es realmente indescriptible vestir con el hábito y colores de tu cofradía, portar tu instrumento o atributo y bajo tu capirote, rostro cubierto, procesionar junto con el resto de hermanos por las calles de los lugares más mágicos de tu ciudad. Pero hay una segunda parte. Otra que muchos desconocen y no alcanzan a ver. Una en la que todo esto no tendría ningún sentido sin personas como las que te acompañan en esto, para algunos también, sin una tradición familiar que te ata a seguir, con más pasión si cabe. Esa parte en la que compartes tantas anécdotas como redobles suenan en tu tambor o veces sonríes en estos días. Donde las tradiciones pesan más que las miles de gotas que se dan prisa en tocar el suelo, porque en el cielo ya no caben. Pero que no las vencen, porque tantos sentimientos y emociones son infinitamente más fuertes. Es tiempo de familia. De la familia en la que se ha convertido tu cofradía. De que los colores verde y blanco sean los más bonitos y los que más te gustan. Tiempo de charlar incluso con quien pensaste que nunca lo harías. De caminar sin que recuerdes que estás cansado, de sonreír sin recordar que existe algo mejor. La Semana Santa es algo tan indescriptible cuando la vives con la misma intensidad que yo, que me cuesta contarlo. Indescriptible como es pasar bajo el Arco del Dean redoblando más fuerte que nunca ante la atenta y silenciosa atención de todo tu alrededor, observar desde un lado como la peana lo atraviesa con valentía y como te sientes mejor que nunca sabiendo que algunas de las personas que más valoras en tu vida, están muy cerca, sintiendo lo mismo que tú, bajo uno de esos capirotes verdes. Así que solo puedo decir que estoy orgullosa de pertenecer a esta cofradía, por todo lo que conlleva hacerlo. Por los momentos que me regala durante todo el año,  por los que en estos días se viven con más intensidad, por las personas que hacen que todo ello sea posible y especialmente, por las que se quedan a mi lado todo el tiempo, siendo grandes y muy buenos amigos. Pensándolo... hay otra cosa que puedo decir. Y es sin duda, GRACIAS. A todos. Por tanto, y tan bueno.

Y muy especialmente esta vez, porque nunca lo hago, hoy  voy a dedicar esta entrada.
César, va por tí enano. 


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