miércoles, 19 de febrero de 2014

Por verle sonreír, NO volverá a perder

Estaba viviendo la que hasta el momento, había sido la experiencia más grata y divertida de su vida. Había pasado meses idealizando aquella aventura y sin darse cuenta, estaba sumergida en ella. De lleno. Estaba a punto de cumplir un año fuera de casa, saltando entre las páginas del calendario como en cada una de las cientos de anécdotas que acumulaba ya para no olvidar. Un año que había pasado en un suspiro, cargado de carcajadas, ganas, locura e ilusión. Se estaba comiendo el mundo. Pero nunca se olvidó de él. Lo llevaba con ella, arrastrándolo a cada esquina, sin dejar de enseñarle nada. Ni de demostrar. En una de sus visitas, incluso fueron a la luna, pero nunca se atrevieron a bailar. Se marchaba, se despedían, pero se lo volvía a llevar. Y estuvo regalandole todas las sonrisas que coleccionó, le robó todas las que pudo, se presentó ante él de mil maneras. Estaba muy lejos, pero una parte de ella se había quedado con él, sin saber siquiera, si era bien recibida. Lo que pasó, fue que un día, cuando no estaba atento, ella se cansó. Todo se paró. De pronto quiso que esa parte volviera a ser suya, de repente sintió que ya no iba a sentir más. De un día para otro, justo después de haber creído rozar el quiero, decidió que se acabó el puedo. Y pensó que las carcajadas debían ser aun más altas y las sonrisas con más fuerza. Sobre todo, que el mayor motivo de perderlas... no sería más él.  Que nunca, nadie, recibiría tanto de su parte... sin merecerlo. Que él merecía muchas cosas bonitas, era cierto. Pero ¿y ella? Ya no cedería un pedacito de sus recuerdos a las dudas, a sus miedos. Que la aventura era solo suya, suya y de quienes con ella, allí, la estaban compartiendo. Y de nadie más. Entendió que bailaría solo siempre y que por mucho que ella gritara venga... jamás él diría vale.

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