TRAMPOLÍN

Así es. Como un trampolín.

¿Para qué? Muy sencillo.

Para llegar a alcanzar lo que en realidad se quiere. Y sí, pongo "en realidad" en negrita.

En efecto. Todo esto es para describir como me siento.

Qué mejor lugar, si nadie va a leerlo. Y me encantaría equivocarme, porque me encantaría que no fuera así. Pero ya no soy tan ingenua de pensar que alguien va a entrar aquí a interesarse por qué de pronto dejo de ser yo, ni mucho menos, nadie de quien yo lo podría esperar. O mejor dicho: querría.

Las cosas más simples son demasiado complicadas. Sin embargo, cuanto más simples, más daño me hacen.

Daño. Como que te digan que molesta lo que a tí te hace bien. Sí, hace daño. Como ver como causa un efecto masivo. Como descubrir que de pronto te vuelves pequeñita e insignificante. Como verte rodeada de un NADIE que jamás sospechaste que se llegaría a manifestar. Tan nadie, tan vacío, tan negro...

Ahora es el  momento. Ese era el momento. Este...

Pero no hay NADIE.

Nadie que me conozca.

Nadie que se de cuenta.

Nadie con quien hablarlo.

Nadie que opine.

Nadie que intente entenderlo.

Nadie que simplemente esté.

Nadie que insista.

Nadie.

De qué me sirve ahora la voz, si no puedo hablar. De qué me sirve el voto, si no puedo validarlo. De qué me sirve continuar, si no puede ser a mi manera. De qué me sirve la felicidad, si no puedo alcanzarla.

De qué... de qué me sirve el silencio, si no se me oye cuando grito.