lunes, 22 de noviembre de 2010

Tonterías que se dicen a los diecinueve.

(A los veinte ya no.)

Tener la cabeza echa un lío es más o menos normal. Dar rienda suelta a la imaginación, permiso a la ilusión... creo que también. Imagino que soñar, desear, aspirar a lograr algo, es tan solo parte del aprendizaje, ya que el pelotazo se consigue cuando pisas la meta bien fuerte con los talones. Talones que todavía mantengo sobre el suelo, sin apoyar, por si acaso.
Dí que ahora mismo, estoy situada en la fase de aprendizaje, en la más novata de las fases. De nuevo.
Lo cierto es que debería haber avanzado un pelín aunque fuese, pero lo único que he hecho ha sido retroceder.
No sé si algún día aprenderé a equilibrar todo lo que cargo sobre mis sentidos, para que los chascos sean después menos pesados. No me acostumbro a esta sensación que debería saberme de memoria. La incertidumbre lleva acompañándome toda la vida. Somos amigas inseparables. Creo que las verdades, aunque fuesen a medias, no me han durado ni una semana. Y es jodido, eh. Aseguro que lo es. Lo es cuando incluso cuando dejas de buscar, sigue sin acercarse ese equilibrio. Y si lo hace, es tan despacito y con una credibilidad tan remota, que no me doy ni cuenta de que está ahí. 
Quisiera que mi cabeza dejara de dar vueltas sin parar durante las dos docenas de horas del día, quisiera que supiera girar solo cuando es realmente importante, y no siempre que algo está un poco torcido por aquí dentro. Me gustaría creer que esto va a acabarse pronto y que lo que estoy esperando va a recogerme de una vez. 
Y para volvernos locos, y contradiciendo a todo lo anterior, me gustaría que estos latidos multiplicados por dos, sigan dibujandome sonrisas descompasadas cada vez que las ganas porque los sueños triunfen, ganan por goleada a todas estas tonterías que se dicen a los diecinueve.

No hay comentarios:

Publicar un comentario