sábado, 18 de diciembre de 2010

Relaciones

Sin ellas estaríamos muertos. Por ellas a veces morimos.
Pierdo todo mi orgullo en según cuales. Sigo convenciéndome a mi misma de que no debería seguir insistiendo en "arreglar" algo que no tiene solución. Sin embargo, me niego a aceptar que algo que fue increíblemente bonito e intenso, se rompiera y no exista capacidad alguna de ponerle solución. Algún día, imagino, tendré que ponerle freno a mi ímpetu por querer solucionar lo insolucionable. A mi afán por estar de lado de las causas perdidas.
Porque lamentablemente, esto comienza a ser una causa perdida. Me lo han dicho por activa y por pasiva. Me lo han demostrado. Incluso él mismo. Pero unos pocos meses, pesan con muchísima fuerza en mi báscula particular. No hay nada más que hacer. Este es uno de esos casos en los que todas las opciones ya las he descartado, y en el que ya no se trata de orgullo, si no de tener un poco de amor propio. 
Me resulta lamentable que realmente no haya sucedido nada para que se haya llegado hasta este punto, que todo esté en su sitio, excepto nosotros en el nuesto. Pero como nadie da lugar a ello, y solo yo estoy aquí... es hora de irme. Porque relaciones así, por suerte o por desgracia, tengo muchas. Y porque conocidos... tengo cientos. Y quien es mi amigo, lo es para miles de cosas más. No para cuando no hay más opciones en la agenda. Y yo empiezo a notar como soy la última opción en una en particular. Y no estoy dispuesta a ello. No entiendo, insisto, el por qué. Después de todo... sigue costandome muchas idas y vueltas de olla el querer averiguar que hago o qué no, para que no quiera incluirme ni siquiera la mitad de lo que era antes en su vida. 
Pero toda paciencia tiene un límite. Y espero, esta vez sí, que la mía se haya agotado del todo.

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